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LA PAZ – Con la propuesta de un “capitalismo para todos”, y una apuesta por cambios paulatinos tras dos décadas de administraciones de izquierda, el centrista Rodrigo Paz, de 58 años, se alzó con el triunfo en la elección presidencial de Bolivia el pasado 19 de octubre.
“La ideología no llena el estómago. Lo que sí lo hace es el derecho al trabajo, unas instituciones sólidas y la seguridad jurídica”, afirmó en su primer mensaje después de conocer su elección con 54,5 % de los votos en la segunda vuelta, superando el 45,2 % de su contendiente de derecha, Jorge “Tuto” Quiroga, quien promovía transformaciones mucho más contundentes.
Bolivia escogió a quien será su presidente a partir del 8 de noviembre, tras un año de dificultades económicas marcadas por la subida de la inflación (18,3 %, la más alta en 20 años), una disminución de las exportaciones que ha resultado en una falta de dólares para adquirir bienes esenciales, y una alarmante escasez de combustibles para el transporte.
Quiroga había prometido una reforma económica inmediata y total, incluyendo la liberación del precio de los combustibles, una apertura con incentivos a la inversión extranjera y la búsqueda de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para reforzar las reservas y disponer de divisas de forma rápida.
Paz, en cambio, ofreció una transición gradual, fortalecer las capacidades y los emprendimientos de la economía nacional, y distribuir los recursos públicos de manera equitativa para beneficiar a todas las regiones del país.
Quiroga, un constante opositor del expresidente y líder cocalero indigenista Evo Morales (2007-2019) y de su sucesor Luis Arce (desde 2020), representaba también un claro viraje político hacia la derecha, tanto en el ámbito interno como en el internacional.
Los resultados del balotaje del día 19 revelan que Quiroga obtuvo la victoria en los departamentos tradicionalmente contrarios a Morales, Arce y a su fragmentado partido Movimiento al Socialismo, mientras que Paz consiguió el apoyo en antiguos bastiones del MAS, que evidentemente se decantaron por la opción más transigente.
El mensaje podría ser que se desean ajustes en las políticas económicas, pero sin que se pongan en riesgo los programas sociales y de integración, que han permitido el progreso de comunidades y emprendedores dentro del amplio sector de la población indígena.
También fue clave la presencia como compañero de fórmula del ahora vicepresidente electo Edmund Lara, un expolicía con gran reconocimiento por sus denuncias de corrupción, principalmente en redes sociales, y que actúa con notable autonomía respecto al propio Paz.
Paz, casado, padre de cuatro hijos e hijo del expresidente socialdemócrata Jaime Paz Zamora (1989-1993), participó en varios partidos hasta ser alcalde y después senador por Tarija (sur), antes de convertirse en el líder del Partido Demócrata Cristiano.
La coalición que lo respalda suma 39 % de los 166 escaños en la Asamblea Legislativa Plurinacional, la alianza de Quiroga agrupa 30 %, y el resto corresponde a partidos minoritarios —incluyendo el MAS— o independientes, lo que forzará al nuevo mandatario a construir acuerdos para lograr mayorías en el parlamento.
Por esta razón, y haciendo hincapié en las confrontaciones políticas del último cuarto de siglo en el país —acentuadas por divisiones étnicas y regionales, sumadas a los intereses económicos y políticos en juego—, Paz insistió en la necesidad de fomentar la unidad para que los objetivos de su gestión puedan concretarse.
“Hoy, desde esta victoria, tendemos la mano para gobernar con todos los hombres y mujeres que aman a la patria. Bolivia, ten la seguridad de que este será un gobierno para gobernar con todos los mejores hombres y mujeres que desean ayudar al país”, manifestó en su primer discurso ya como presidente electo.
También enfocará sus esfuerzos para que “Bolivia recupere, poco a poco, su posición internacional”, después de “haber perdido geopolítica y geoeconómicamente ese espacio” en las dos últimas décadas.
Bolivia, bajo los mandatos de Morales y Arce, ha mantenido una alineación con los gobiernos de izquierda y centroizquierda de la región.
El proceso electoral, tanto la primera ronda en agosto como la segunda vuelta en octubre, fue bien recibido por gobiernos de América y Europa, y Paz ya ha sido felicitado por la mayoría de los líderes regionales, así como por los mandatarios de Estados Unidos, Donald Trump, y de España, Pedro Sánchez.
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