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El personero, de Efraím Castillo, y el episodio del escalador, una narración breve embebida en la novela

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La Línea, el terrible, el que endurece a los hombres...” (“El trepador”, p.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

§ 15. Los pensadores que definieron la singularidad de nuestro Estado de corte clientelar y patrimonialista, basándose en la tesis doctoral de Américo Lugo y sus misivas a Horacio Vázquez del 20 de enero de 1916 y a Trujillo, aparte de describir ciertos aspectos de la psique del individuo dominicano, fueron Francisco Eugenio Moscoso Puello (Cartas a Evelina), Rafael Augusto Sánchez Ravelo (Al cabo de los cien años), Pedro Andrés Pérez Cabral (La comunidad mulata), Juan Isidro Jimenes Grullón (Nuestra falta izquierda, Respuesta a Luis Gómez, Sociología política dominicana), Juan Bosch (libros ya mencionados) y el jurista santiaguero Ramón Antonio -Negro- Veras, quien en su artículo en El Caribe, del 26 de mayo de 2017, propone 15 pautas para identificar a un trepador social, añadiendo luego otras 16 para reconocer al sujeto constante: aquel que se adhiere a códigos éticos.

§ 16. Otras características del trepador social dominicano son: 1) afán de lucro sin miramientos; 2) uso de la viveza; 3) búsqueda de estatus; 4) ascenso social; 5) cuestionamiento social (Martínez critica a la élite que rechaza a Trujillo); 6) modo de hablar y obrar; 7) frialdad y aprovechar el momento oportuno; 8) fachada y encubrimiento; 9) tenacidad y suficiencia; 10) desfachatez y hacerse el inocente; 11) deseo de progreso; 12) conducta oportunista; cambio de identidad; y, 13) carencia de mérito.

Estos atributos perfilan a nuestra capa media baja, la más numerosa en el país.

§ 17. ¿Encajan en el trepador social según Martínez algunas de estas cualidades? Bosch traza la complejidad de la sociedad dominicana desde su independencia en 1844 (hegemonía de Santana y Báez, ganaderos frente a comerciantes; la Guerra de la Restauración en 1865: tenderos contra ganaderos); tras la Anexión en 1861, los gobiernos liberales, los santanistas de 1857 (cultivadores de tabaco del Cibao contra Báez); los baecistas de 1866, 1868-1873 y 1878 (liberales, santanistas y una facción baecista arruinada por la compra de tabaco con moneda sin respaldo; y, finalmente, de 1886 a 1899, el régimen dictatorial de 13 años de Ulises Heureaux (Lilís).

§ 18. Entre 1900 y 1916 se instauraron gobiernos inestables de caudillos y caciques; la intervención militar estadounidense de 1916 a 1924; el ejecutivo provisional de Vicini Burgos de 1922 a 1924; y, por último, los seis años de Horacio Vázquez (1924-1930), inseparables de la tiranía de 31 años de Rafael Trujillo. Incluyendo a Martínez y su hija Marta, es en este entorno sociopolítico, económico, ideológico y literario donde se desarrollan ambos entes ficticios, y en esa realidad nacional vivimos quienes no somos parte de la ficción de El personero, de Efraím Castillo. Para entender toda esta maraña de intereses, Bosch afirma: “Si no se aborda desde el ángulo de la pugna de clases resulta sumamente difícil captar la historia de una nación como la República Dominicana.” (La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana. Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias, p. 675).

§ 19. Por ejemplo, señala Bosch, “… ¿cómo se pueden explicar de forma adecuada las variaciones que ocurrieron en las relaciones entre Santana y Báez, dos líderes que pasaron de ser muy cercanos a rivales a muerte, si no se sabe que el primero representaba una porción de la sociedad y el segundo otra, y que en cierto momento ambas facciones devinieron antagónicas? ¿Y quién puede entender el rol de Báez en la política nacional si no se percibe que, de ser el favorito de Santana, se convirtió en el estandarte de las dos agrupaciones contrarias a Santana porque sus visiones estaban condicionadas por el peso que ejercían sobre el comercio dominicano las élites europeas y estadounidenses, que a la vez eran compradoras del tabaco producido en el Cibao y vendedoras de las mercancías foráneas que consumía nuestra gente?” (Ibid.).

§ 20. En este escenario de fricciones de clases desde 1844 hasta la fecha es donde se desenvuelven Martínez y su hija Martha (cuyo nombre se modifica a Marta casi siempre a lo largo del texto) y nosotros mismos, habitantes de este siglo XXI.

¿De dónde procedían Martínez y su hija Marta? Del campo y su precariedad, como el campesino de la obra de Marivaux ya citada: “Toda la comarca Noroeste del país cruzó velozmente por la mente de Martínez y los recuerdos, apilados como sacos de maní, se precipitaron sobre él: se vio sin calzado en la plaza de Guayubín, en los cercados de cabras de Villa Sinda, entre los cultivos de La Yuquera con matas de yuca en sus manos, corriendo aterrorizado por las lomas arenosas de Manzanillo, entre los semilleros de arroz de Mao. La Línea, el terrible, el que endurece a los hombres…” (“El trepador”, p. 35).

§ 21. ¿A qué se dedicaba Martínez antes de llegar a San Cristóbal y la capital y cómo era su núcleo familiar? El relato no ofrece mucha información sobre el tipo de labor que realizaba antes de que Quina le convenciera de entregar a su hija como amante de Trujillo: “También reflexionó [Martínez] en el cruce de Guayacanes, en Villa Vásquez, y rememoró a su pequeña caminando junto a él, dejando atrás los establos [pocilgas, DC] y observando los destellos del sol vespertino calentando los árboles frutales. Debí quedarme en la Línea, se dijo en voz baja y dejó de mover los labios al sentirse vigilado por el oficial que manejaba el automóvil.” (P. 38).

§ 22. ¿Y cómo era la vida de Marta en ese entorno rural? Igual que su progenitor, su hija también andaba descalza en su humilde casa en Villa Vásquez el día en que Quina, la alcahueta y ama de llaves de Trujillo, se fijó en ella cuando el vehículo en el que viajaba sufrió un pinchazo justo enfrente del hogar de los Martínez: “Pero así son las vicisitudes del Jefe: un día puedes amanecer encarcelado, en apuros, y al día siguiente ascender a la fortuna y rozar la dicha plena, si es que tal cosa existe. Y todo se lo debes a aquella dama, que, en pleno mediodía, se detuvo frente a la morada que ocupabas al lado de la vía para pedir ayuda a su chofer para cambiar una de las llantas. Al ver a tu hija en la cerca de alambre, sin zapatos y con el cabello rubio parecido a uno de esos mechones secos que el viento templado de la Línea arrastra por las llanuras, le preguntó su nombre, edad, nivel educativo y escuela a la que asistía, con una curiosidad fuera de lo común (…) ‘¡Qué niña tan bella!’ -le comentó-. – Y se sentó en el pequeño porche de la casa, cautivada por la presencia de tu hija. (P. 73).

§ 23. ¿Qué contraste presenta el texto entre la situación de Marta en aquel paisaje de la Línea y su vida actual en Ciudad Trujillo? ¿De una capa media baja empobrecida a una capa media alta para la época?: “Y ahora estaba [Marta, DC], frente a él, [su padre] degustando un helado por primera vez en Los Imperiales de la calle Hostos, casi esquina El Conde, la única vía del país que le recordaba una avenida de una gran urbe. Sí, tenía delante a su única hija, a Marta, y gracias a ella gozaba de un sueldo considerable, dos títulos de propiedad y, sobre todo, el respeto de toda la sociedad dominicana (…) en Ciudad Trujillo, la metrópoli más pulcra del mundo, y hacía tan solo unos meses traía agua del riachuelo cercano, al que todos llamaban Arroyo del Chiquero: la imaginó tal como él la recordaba, con el pañuelo (babonuco en el Cibao, DC) enrollado y puesto sobre la cabeza para servir de ligero soporte al pesado cubo de agua; recordó, asimismo, cómo se deleitaba observando sus pies descalzos, bien formados, y a los que ya les empezaban a salir durezas por el hábito constante de caminar sin calzado entre la vegetación espinosa y los arbustos de la Línea…” (P. 230). El anhelo de los trepadores cumplido.

§ 24. Sin embargo, más adelante, el narrador brinda detalles sobre el grupo familiar de Martínez y su rol de padre soltero a cargo de su hija Marta (…) Casi por instinto, como era su costumbre desde que la fortuna le sonrió, Martínez pensó en sus otros dos descendientes, a quienes su esposa se había llevado al abandonarlo. ¿En dónde estarían? ¿Tendrían conocimiento de este cambio de estatus? ¿Se imaginarán que ahora son parientes políticos del Jefe? Pero también recordó haber escuchado, meses antes de su viaje con Marta a La Caoba, sobre un posible traslado de su esposa e hijos a Estados Unidos con el norteamericano de La Yuquera.” (Ibid.).

§ 25. Nos encontramos ante un núcleo familiar rural completamente desestructurado, quizás debido a una infidelidad real de Martínez, a lo que se suma el abandono por parte de su cónyuge en favor de un operario de la compañía azucarera o, quizá, relacionado con un homicidio. Un monólogo interno del narrador aporta la siguiente información sobre Martínez: “Recordaste que hace apenas unos meses habías dado muerte a Pedro Bisonó en una reyerta con cuchillos por el afecto de Juanita la Pelona, la mujer más codiciada de todo el Noroeste. Los allegados de Pedro te juraron venganza a toda costa y desde entonces has vivido alerta a cualquier eventualidad, incluso a un acto de hechicería.” (P. 74).

§ 26. Calificada como cocomordán -del francés coco=órgano sexual femenino y mordant =mordaz- (pp. 246-276) en el imaginario machista y heredado por Marta de su madre (quien volverá loco al gringo de La Yuquera, (p. 246), la estrechez vaginal será precisamente el factor que determinará el destino de Marta como concubina de Trujillo desde 1944 hasta su asesinato el 30 de mayo de 1961, desplazando -en la ficción- a las amantes prominentes del Jefe, como Olga Rojas, Diana Prats, Mini, Lina Lovatón, Elsa Bermúdez, Violeta, Ramonita (p. 328) y una extensa lista quizás desconocida para el público que incluye a las Moni Sánchez, Miriam, Bienvenida Morel, Norma Meinardo (¿o Mainardi?), Chuvita Pulgar, Ileana Santana (Wikipedia, captura del 24 de septiembre de 2025). Ramonita y Marta son figuras de ficción y por eso esta última comenta: “Jamás sentí

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