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Engañosos son quienes intentan esconder la realidad en estos días

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Seguimos sosteniendo sobre la verdad y los intentos por encubrirla sin querer reconocer que esta siempre emerge, incluso sobre los desechos.

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Seguimos sosteniendo sobre la verdad y los intentos por encubrirla sin querer reconocer que esta siempre emerge, incluso sobre los desechos. Hemos presenciado cómo líderes han sido señalados por narcos; cómo campañas electorales recibieron financiación de estos; y cómo gobernantes ampararon a “allegados” y familiares que actuaron descaradamente en la gestión pública con total impunidad ante el supuesto o real imperio de la ley, y nada ocurrió.

Pero, del mismo modo, el pueblo ha tenido conocimiento sobre la conformación de las cámaras legislativas del congreso nacional; de la estructura del sistema judicial; del ministerio público tildado de “independiente”; de las conocidas estirpes que pasaron de la miseria a ser figuras prominentes gracias a su poder político-económico, contando con el aval del palacio nacional, llegando a forjar verdaderos monopolios económicos y, quizás, hasta redes de narcotráfico.

Ha sido tanta la decadencia moral de la política; el acorralamiento por parte de grupos económicos; los ilícitos y excesivos enriquecimientos de clanes políticos; la inseguridad ciudadana; el rápido endeudamiento de la nación en favor de ciertas élites; el irrespeto a los emblemas y al territorio patrio, y, la corrosión moral de la sociedad, que ya es habitual escuchar al pueblo anhelar un Bukele y, lo que es peor, pensar: “solo un Trujillo puede arreglar esto”.

Y sí, necesitamos al Trujillo de la rectitud, un Trujillo cual virus, un nuevo agente infeccioso con gran capacidad de adaptación, con nuevas variantes que contagien y dejen sin defensa a quienes busquen tomar las riendas del Poder.

Esto es porque el pueblo no se refiere al Trujillo oscuro que políticos e intelectuales han retratado; al contrario, la sensatez popular implora por orden, respeto y sanciones severas contra el latrocinio, la traición a nuestra soberanía y el ultraje a la nación, ante la carencia de una paz social que garantice nuestra autonomía nacional. Porque el pueblo aún espera saber qué sorteó el patrimonio legado por el tirano; ¿quiénes resultaron herederos?; ¿cómo administraron esos bienes que, 64 años después, siguen sin esclarecerse del todo?

¿Cómo es posible que la historia, vista desde diversas ópticas, genere incertidumbre en la mentalidad de los jóvenes, como se menciona en uno de los considerandos de la ley 5880-62? ¿A quién respondía el 2do. Consejo de Estado el 3-5-1962, al aprobar la ley 5880 que prohíbe las alabanzas al régimen y la veneración a la figura del dictador? ¿Sería que acataban órdenes de quienes serían los nuevos poderes sociopolíticos y económicos del país?; ¿Esos mismos que, con sus seguidores e intelectuales bien compensados, necesitaban demonizar al máximo al régimen, satisfacer el morbo, las masas, prometerles quimeras de libertad?; ¿Esos que mientras tanto, sigilosamente, continuaban con su estrategia original, o sea, apropiarse al máximo de la fortuna del mandatario? Sí, es factible que actuaran así, con el único fin hoy innegable: consolidar un Estado completamente dependiente de sus manejos.

Para cerrar con este tema y considerando todo lo expuesto; lo que se ha procurado ocultar durante estos 64 años es el destino final de la riqueza del dictador versus el destino y los haberes generados tras el ajusticiamiento de Trujillo, riquezas estas depositadas en guaridas fiscales e inversiones que serán legado eterno para los descendientes de estos grupos, meta por la cual han ideado normativas que faciliten argucias legales para proteger sus activos e inmunidad jurídica.

Y, como la última cosa que se pierde es la esperanza, recordando el dicho de que ladrón que roba a ladrón, solo deseamos que el miércoles 3-5-2062, cuando se cumplan cien años de la mencionada ley, esta sea revocada, sin dar pie al piadoso y artero “borrón y cuenta nueva”, para que las nuevas generaciones puedan juzgar a los responsables por las deudas que han heredado, incluso antes de nacer. ¡Así es!

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