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Las traslaciones migratorias afectan a las comunidades de acogida en lo cultural y en lo idiomático, dejando rastros que perduran con el transcurso del tiempo.
Estas oleadas migratorias son impulsadas por factores económicos y por las inestabilidades sociales, las cuales fuerzan a las personas a buscar la anhelada tranquilidad y el bienestar.
Tanto República Dominicana como Cuba fueron, en distintas etapas de su historia, tierras que acogieron a numerosos inmigrantes. Al principio, venían buscando resguardo de conflictos bélicos y persecuciones políticas, y más tarde, atraídos por una economía en auge que necesitaba gran cantidad de mano de obra.
En Cuba se presentó el caso de una considerable llegada de colonos franceses desde la antigua colonia de Saint-Domingue, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, a raíz del levantamiento de los antiguos esclavos que dio origen al Estado de Haití. Dichos colonos, tal como lo expone Alejo Carpentier en su texto “El Reino de este Mundo”, encontraron en Cuba, especialmente en la zona oriental, un refugio donde hallar un respiro de paz tras haber perdido todo en la guerra.
La venida de colonos franceses junto a sus esclavos originó un primer encuentro entre el español cubano y la lengua criolla surgida en la antigua colonia de Saint-Domingue, dando lugar al bilingüismo, lo cual a su vez provoca fenómenos como la diglosia (Ferguson 1959), la interferencia, la alternancia y el préstamo lingüístico.
Una segunda oleada de llegados de Haití fortaleció el contacto idiomático comenzado durante la época colonial en Cuba. Esto ocurrió con el éxodo masivo provocado por el florecimiento de la industria azucarera, que atrajo a miles de obreros haitianos a los campos cubanos. En esas colectividades se desarrolló un bilingüismo que dejó una marca y un campo propicio para las averiguaciones sociolingüísticas. Esto mismo sucedió en República Dominicana, específicamente en los antiguos asentamientos azucareros.
Isabel Martínez Gordo, investigadora y catedrática de la Universidad de La Habana, ha llevado a cabo un extenso estudio sobre ese nexo idiomático entre el español de Cuba y el criollo haitiano, recopilado en una obra titulada Contactos lingüísticos caribeños en Cuba. Esta publicación no solo aborda los efectos del criollo haitiano, sino también la influencia de otras lenguas antillanas en Cuba. Sobre esta temática ya habían escrito Fernando Ortiz (1924), Vicente Figueroa Arencibia (1992) y Luis Ortiz López (1998).
El texto, con mucha documentación, se enriquece con la perspectiva de renombrados expertos internacionales en el estudio del contacto lingüístico, como Charles Ferguson, John Holm, Claire Lefebvre, Germán de Granda, Humberto López Morales y Albert Valdman, entre otros que iluminaron con su conocimiento este fascinante mundo de la indagación sociolingüística.
Posteriormente, la señora Isabel, aplicando la rigurosidad del método de investigación sociolingüística, nos ofrece un trabajo primoroso y cautivador que describe con exactitud los resultados del contacto idiomático caribeño en Cuba, con énfasis en el criollo haitiano.
La obra se estructura en tres apartados; el primero aborda el Caribe y sus lenguas criollas, profundizando en el idioma criollo haitiano, su estatus y sus componentes, mientras que el segundo examina los intercambios lingüísticos caribeños en Cuba.
En el tercer segmento de esta valiosa publicación, Martínez Gordo desmiente el mito de la existencia de un “patois cubano”, a través de un análisis comparativo detallado en los aspectos de vocabulario, estructura de la oración y sonido.
La señora Isabel ya había dado a conocer al público el libro Algunas Consideraciones sobre Patois Cubain, de Fernando Boytel Jambú (1989). En una visita a su residencia en Alamar, en las afueras de La Habana, nos relató doña Isabel que localizó el ejemplar durante un recorrido por un museo en proceso de restauración en Santiago de Cuba y que lo fotocopió. Doña Isabel tuvo la oportunidad histórica de entrevistar al profesor Boytel Jambú, quien residía en Santiago, y escuchó la crónica del camino que siguió el profesor cubano para alcanzar su obra.
En este trabajo, Martínez Gordo confirma la deducción a la que había llegado en Algunas Consideraciones sobre Patois Cubain, de Fernando Boytel Jambú: el supuesto “patois cubano” es esencialmente criollo haitiano, con ciertas influencias lingüísticas del español.
La investigación de Martínez Gordo expone las marcas léxicas dejadas por el criollo haitiano en el español de Cuba, resultado de esa notoria presencia de migrantes en las plantaciones de caña. También incluye un compendio de las tonadas de los bailes de tumbas francesas en el Oriente de Cuba, una expresión cultural traída por los colonos franceses y sus esclavizados que aún se mantiene vigente.
Doña Isabel también nos ha legado las investigaciones “Lengua Bozal como lengua criolla: un problema lingüístico” (1982), “Sobre hipótesis de un patois cubano” (1983), “Penetración española en los textos de tumba francesa” (1984), “Situación del bilingüismo en Cuba” (1985) y “Dos testimonios sobre el habla bozal en Cuba”, (1998-99), entre otras.














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