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El otro lado del juez deportivo

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En el béisbol, el foco usualmente recae en los peloteros, sus actuaciones destacadas y las remuneraciones elevadas que obtienen.

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En el béisbol, el foco usualmente recae en los peloteros, sus actuaciones destacadas y las remuneraciones elevadas que obtienen. No obstante, los jueces —pieza fundamental del espectáculo— merecen también un reconocimiento equitativo por su participación incesante, demandante y determinante en el desarrollo del encuentro.

Llegar a ser árbitro de las Ligas Mayores no es fruto del azar ni meramente de la afición por el deporte rey del diamante. Quien aspire a alcanzar esa cumbre debe emprender un trayecto estricto, iniciando con un campamento de una jornada patrocinado por la MLB, donde se eligen los candidatos para el Campamento de Prospectos de Árbitros de las Ligas Mayores, que se realiza cada enero en Vero Beach.

De los cerca de sesenta aspirantes, apenas treinta consiguen un cupo en Ligas Menores (MiLB), el primer escalón en la larga escala rumbo a las Mayores.

Asignados inicialmente a la Liga Rookie, los umpires son evaluados continuamente. Solo aquellos que exhiben progreso técnico y templanza emocional avanzan por las divisiones Clase A, Doble A y Triple A. Los que llegan a Triple A son invitados al Torneo de Otoño de Arizona y, si tienen un buen desempeño, al Entrenamiento de Primavera de las Mayores. Desde ahí, algunos son llamados como reemplazos temporales en la MLB, una vivencia que puede abrirles el camino definitivo al máximo nivel.

Además del reglamento, el rol del juez conlleva una realidad rigurosa, compleja y de gran demanda. Su estado físico debe ser óptimo para soportar tandas seguidas, traslados constantes y jornadas sin respiro alguno. En MiLB, solo los lunes son libres, dedicados a desplazarse a otra ciudad. La temporada, extendiéndose de febrero a septiembre, los mantiene alejados de sus seres queridos por meses, en una rutina que pone a prueba tanto la resistencia como la estabilidad emocional.

La exactitud técnica es otro reto: cada jugada es escrutada, y su índice de corrección debe mantenerse entre el 94 y el 96 %. A esto se suma la formación continua: mediante seminarios virtuales mensuales se examinan jugadas reales, resoluciones, reacciones y manejo de altercados.

Por lo tanto, al referirnos a los umpires, no se aborda únicamente su labor en el campo, sino también las vicisitudes humanas y profesionales que afrontan para salvaguardar la imparcialidad del cotejo y la dignidad de su oficio.

Este análisis se conecta con “El juez profesional de béisbol: balance entre autoridad y maestría”, donde se profundiza en los criterios de valoración y en la exigencia técnica y ética que definen su desempeño.

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