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Los sentimientos en la infancia (2)

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Los sentimientos constituyen un componente esencial en el progreso completo de los infantes.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Los sentimientos constituyen un componente esencial en el progreso completo de los infantes. Las expresiones afectivas primarias son inherentes, se manifiestan desde que nacen: contento, pena, enfado, temor, asombro y aversión.

Estas forman parte de la adecuación y el mantenerse a flote. Al nacer, los pequeños sienten agrado y malestar. Durante los primeros dos meses surge el júbilo reflejado en sonrisa, al cabo de 3 o 4 meses exteriorizan pena y cólera. Posteriormente, el susto y la rabia.

Conforme evolucionan y mediante el trato social logran reconocer los sentimientos secundarios: bochorno, impotencia, remordimiento, envidia, vanidad, chasco, asombro. Estos no son automáticos como los básicos, sino que se adquieren y dependen del entorno, la colectividad, vivencias. Son elaborados, suelen surgir de la mezcla de dos o más afecciones principales.

La relevancia de que los chicos puedan reconocer sus sentires y de algún modo manejarlos, es crucial para su evolución, bienestar anímico, trato con el medio, impulso, resolución, aprendizaje óptimo, desafíos sociales y educativos y en definitiva, para su subsistencia. Por lo tanto, cuidadores y parientes cercanos en la vida de los niños, así como docentes, son sus espejos fundamentales.

Los progenitores deben necesariamente aprender a reconocer sus propias emociones, hacerlas conscientes, aceptar lo que les sucede, estar pendientes de sus respuestas, ejercitar métodos de control emocional (de respiración, atención plena, modificación de patrones de pensamiento), para así aprender y erigirse en ejemplo para sus vástagos, buscando su mejor desarrollo y aptitud emocional.

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