(Emol.com), El Salvador.- Poco más de 5,2 millones de salvadoreños están convocados a las urnas este domingo, para elegir a un nuevo presidente y vicepresidente que gobernarán entre el 1 de junio de 2019 al 31 de mayo de 2024.
Se trata de la sexta elección presidencial desde que finalizó la guerra civil (1980-1992), en la que se escogerá al sucesor de Salvador Sánchez Cerén, el primer ex comandante guerrillero que ha gobernado el país.
Según las encuestas, la votación se decidirá entre el ex alcalde de San Salvador (capital), Nayib Bukele, impulsado por el conservador partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana) y el empresario de supermercados Carlos Calleja, de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
Aunque distante, en tercer lugar figura el candidato del oficialista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda), el ex canciller Hugo Martínez, y más atrás está Josué Alvarado, con el partido minoritario Vamos.
Ellos son los contendientes que disputarán las riendas de un país que en los últimos años se ha visto marcado por los casos de corrupción que afectan incluso a ex presidentes y por la migración de miles de sus ciudadanos a Estados Unidos, que huyen de la pobreza y de la violencia criminal.
Pobreza y violencia Según los sondeos, la inseguridad por la violencia homicida y la débil economía son los principales desafíos que afrontará el futuro gobierno.
Según fuentes oficiales, El Salvador registró 3.340 homicidios en 2018, 15% menos que el año anterior, aunque su tasa de 51 muertes por cada 100.000 habitantes lo mantiene como uno de los países sin guerra más violentos del mundo.
De hecho, en 2017, la capital se posicionó en el puesto número 17 de las ciudades más violentas del mundo. Las autoridades atribuyen la mayoría de homicidios a las pandillas, que tienen unos 70.000 miembros, de los cuales 17.000 están encarcelados.
Otra de las preocupaciones es la economía dolarizada, que en 2018 creció 2,6%, la cifra más alta de los últimos cinco años, pero considerado insuficiente para cubrir la demanda de nuevos empleos. El país acumulaba en 2017 una deuda externa de US$9.675,3 millones, por lo que el ganador de la contienda deberá aumentar la recaudación fiscal para honrar ese compromiso y al mismo tiempo mantener los programas sociales.
El sueldo mínimo en el país es de US$300 mensuales, que apenas logra cubrir la canasta mínima alimentaria.
«El desafío para el nuevo gobierno es lograr satisfacer esas demandas de salarios más justos, evitar la exclusión social que obliga a muchos a escapar del país», comentó el analista y docente de Economía de la estatal Universidad de El Salvador, Raúl Moreno.
Con un territorio de 20.742 km2, El Salvador tiene el 30,3% de sus 6,6 millones de habitantes en condición de pobreza. En los últimos meses de 2018 y principios de este año, más de 3.000 salvadoreños indocumentados marcharon en caravanas a EE.UU., huyendo de las pandillas o de la falta de empleo.
Este descontento social y el clima de desconfianza en las autoridades se evidencia en los altos niveles de abstención. Para las presidenciales de 2014, el 48% de los ciudadanos no votó, según consigna France24.
«La gente lo plasma en las encuestas, se van de su país porque aquí no ven una esperanza, porque los políticos están más interesados en su porvenir que en el de las mayorías. Es un país que expulsa a ciudadanos», dijo el director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), el jesuita José María Tojeira.
Una disputa de dos De los cuatro candidatos en carrera, tres son representantes del sector conservador y dos de ellos son los que tienen más chances de ganar.
Uno es el carismático ex alcalde Nayib Bukele, quien llega a la elección con el pecho erguido, sabedor de que los sondeos le dan la posibilidad de romper por primera vez con el histórico bipartidismo que impera en el país, con 20 años dominado por Arena (derecha) y el FMLN (izquierda).
Empresario de ascendencia palestina, no pudo inscribirse con su propio partido Nuevas Ideas, por lo que representará al conservador GANA. Años antes perteneció al FMLN y declaró ser «un hombre de izquierda». Logró consolidarse con un discurso irreverente ante la desgastada política tradicional.