Salud

El duelo no expresado en la infancia deja huellas

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Semanas después de la tragedia en el Jet Set, el duelo y las palabras aún no encuentran consuelo en un país que sigue atónito.

Este contenido fue hecho con la asistencia de una inteligencia artificial y contó con la revisión del editor/periodista.

Semanas después de la tragedia en el Jet Set, el duelo y las palabras aún no encuentran consuelo en un país que sigue atónito. No solo por la magnitud de la pérdida, sino por las heridas invisibles que ha dejado en quienes no tuvieron voz en el caos: los niños y adolescentes que perdieron a sus padres. Por ellos escribo hoy.

Los adultos tendemos a buscar sentido, incluso en lo absurdo. Pero los niños, a menudo, no tienen aún las herramientas para procesar lo incomprensible. Y los adolescentes, aunque aparenten tenerlas, pueden estar lidiando con un torbellino interno aún más silencioso, más complejo.

Un niño pequeño puede preguntar con inocencia por qué mamá no vuelve. Un adolescente puede dejar de preguntar, pero empezar a encerrarse, a no dormir bien, a tener estallidos de rabia o a hundirse en un silencio perturbador. Ambos están sintiendo el mismo vacío, solo que de formas distintas. Y ambos necesitan ser acompañados.

Justo ahí, donde el silencio no basta, es donde entra la terapia. No como una solución mágica, sino como un espacio seguro. Para el niño, será un lugar donde llorar y jugar con sentido. Para el adolescente, puede ser ese único espacio donde no se le exige que entienda, que esté bien, o que “madure” rápido. Un lugar donde simplemente pueda ser.

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No esperen a que las noches sin dormir, los cambios de conducta, el retraimiento o la hostilidad se conviertan en parte del paisaje cotidiano. El acompañamiento psicológico no es un lujo, es un acto de amor, de prevención, de cuidado profundo. Y cuanto antes llegue, más oportunidades habrá de reconfigurar su mundo con menos cicatrices. También es imperativo y conveniente la terapia familiar para todos los afectados.

¿Cómo acompañar? ¿Cómo romper el hielo? ¿Cómo acercarse sin forzar? Validen todas las emociones, sin juzgar: Eviten frases como “tienes que ser fuerte” o “ya no pienses en eso”. En su lugar, utilicen frases como “estoy aquí para ti”, “puedes sentir lo que necesites”, “no estás solo”.

Con los niños, usen el juego, el dibujo, los cuentos: Sus emociones a menudo se visten de símbolos. Los terapeutas saben cómo escuchar lo que ellos no logran decir con palabras.

Con los adolescentes, abran espacio sin presión: No todos hablarán de inmediato. Pero si saben que hay un adulto dispuesto a escuchar sin juzgar, el proceso puede comenzar. Frases como: “si en algún momento quieres hablar de esto, aquí estoy”, hacen más que cien preguntas forzadas.

Sean honestos, sin crueldad, y con mucha contención: Adaptar la verdad a la edad no es mentir, es cuidar. No esperen señales evidentes de crisis para buscar ayuda profesional. A veces, lo más preocupante es precisamente lo que no se ve.

La salud mental de nuestros niños y adolescentes debe ser prioridad nacional, familiar y comunitaria. No hay vacuna para el duelo, pero sí hay acompañamiento para que no se convierta en una pesadilla.

Este no es un mensaje trágico. Es un mensaje de esperanza. Porque aún en medio de la pérdida, hay algo que sí podemos hacer. Y hacerlo a tiempo puede marcar la diferencia entre una herida que desgarra y una que, con el tiempo y apoyo, sana.

No les debemos solo consuelo. Les debemos compromiso, presencia, seguridad emocional. Les debemos espacios donde su dolor no se vuelva su destino.

Llevémoslos a terapia. No porque estén rotos, sino porque su dolor necesita un lugar donde pueda ser cuidado.

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