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EE. UU. comenzó a planificar el ataque a instalaciones nucleares subterráneas iraníes en 2009. La persecución ha sido implacable, y tras años de cierta apertura, la maquinaria represiva está desplegando todas sus armas. “Ser opositor en Irán supone vivir bajo amenaza constante. Si hablas, te arriesgas a detenciones, presiones o algo peor. Aun así, muchos nos negamos a callar, pues el silencio es aceptar la injusticia”, dice Yalda, residente a unos 30 kilómetros de Teherán. Yalda, junto a sus amigas, lleva años combatiendo un régimen opresor de las mujeres. En 2022 lideraron las protestas que costaron la vida de miles y encarcelaron a más de 34.000. No les importó entonces, ni ahora. Saben que si no persisten en su lucha, por pequeña que sea, otros se apropiarán del relato.
No es fácil vivir así, siempre tomando precauciones de seguridad. Usan seudónimos en redes, cambian de teléfono a menudo para evitar ser rastreadas: “Nunca compartimos nada personal, ya que el menor detalle podría llevar a la identificación y al procesamiento”, expresa mediante mensaje de aplicación. Yalda sabe que está vigilada. Comparte captura de pantalla de un mensaje del Ministerio de Justicia. Reza: “Sabemos lo que haces, dónde vives y podemos ir a por ti”.
El mismo mensaje que recibió Banaf, otra activista iraní. “Sí tengo miedo”, afirma. Ha sido arrestada en ocasiones anteriores. Borra cada mensaje y no guarda fotos. “En cualquier momento te paran en la calle y te obligan a mostrar el teléfono”. Antes de salir, Banaf hace un barrido completo.
Durante la ‘guerra de los Doce Días’ estas mujeres se debatían entre el temor a una bomba y la alegría de ver al régimen agonizante. Sin embargo, los ayatolás siguen en el poder, y quienes sufren las consecuencias son los propios iraníes, en especial las mujeres.
Si el régimen había suavizado la política del pañuelo, ahora es más agresivo que nunca. No solo la Policía de la moral se encarga de vigilar su cumplimiento, sino que muchos ciudadanos actúan como informantes. “He recibido mensajes en el móvil de desconocidos que me han visto sin hiyab, con hora y lugar exactos. Eso da mucho miedo, pues estamos rodeadas por todos lados”, comenta Yalda.
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