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WASHINGTON (AP) — La paralización de la administración federal de EE. UU. ha alcanzado su día 36, marcando el cese de actividades más prolongado de la historia y afectando la vida de millones de ciudadanos con recortes en programas federales, demoras en el tráfico aéreo y suspensión de salarios para empleados públicos.
El presidente, Donald Trump, se ha mantenido firme en no dialogar con los demócratas sobre sus exigencias para rescatar las subvenciones del seguro médico que están a punto de vencer, hasta que estos acepten la reanudación de las operaciones gubernamentales. Sin embargo, los demócratas escépticos dudan de que el presidente republicano cumpla su palabra, especialmente tras la restricción del apoyo alimentario SNAP, a pesar de resoluciones judiciales que ordenaban asegurar fondos para evitar la hambruna.
Trump, cuyo primer mandato fijó el récord previo de cierre, sostendrá un desayuno temprano el miércoles con senadores de su partido. Pero no hay encuentros programados con los oponentes demócratas.
“¿El motivo de esto? Estamos en un cierre porque nuestros colegas se niegan a negociar sobre algo muy sencillo: las primas de salud”, declaró la senadora Amy Klobuchar, demócrata por Minnesota, en un discurso vespertino.
Con Trump mayormente al margen, se han intensificado las conversaciones entre un grupo no oficial de senadores moderados que buscan mediar para terminar el bloqueo. Hay mucha expectativa de que haya avances una vez que se conozcan los resultados de las elecciones del martes, vistas como un barómetro del sentimiento popular respecto al segundo periodo de Trump. Los demócratas obtuvieron victorias significativas en puestos clave como gobernador en Virginia y Nueva Jersey, y alcalde en Nueva York, lo cual seguramente influirá en el balance político.
Pero antes del martes, los senadores demócratas emergieron de una reunión privada de varias horas con semblantes serios, sin una ruta clara a seguir.
“Estamos evaluando todas las posibilidades”, comentó el líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, al salir.
La estrategia de Trump ante este cese contrasta fuertemente con su gestión inicial, cuando el gobierno se detuvo parcialmente por 35 días debido a su demanda de fondos para el muro fronterizo con México. En esa ocasión, sí se reunió y negoció públicamente con los líderes del Congreso, pero al no conseguir el financiamiento, cedió en 2019.
Esta vez, no solo Trump rehúye el diálogo. Los líderes del Congreso están estancados y el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, republicano de Luisiana, envió a sus legisladores de vuelta a casa en septiembre tras aprobar su propio proyecto de asignaciones, negándose a seguir deliberando.
Entretanto, la asistencia alimentaria, recursos para guarderías y muchos otros servicios públicos están sufriendo interrupciones, y cientos de miles de empleados federales han sido suspendidos o trabajan sin remuneración.
El secretario de Transporte, Sean Duffy, advirtió que el tráfico aéreo podría volverse caótico la próxima semana si los controladores no reciben sus salarios. Los sindicatos están presionando a los congresistas para que se reanuden las funciones.
El líder de la mayoría en el Senado, John Thune, republicano de Dakota del Sur, señaló que este no es solo el paro más extenso, sino también “el más perjudicial de la historia”.
El líder republicano ha exhortado a los demócratas a aprobar sus propuestas para votar sobre el tema sanitario y luego continuar negociando una solución una vez que el gobierno opere de nuevo, argumentando que la situación no beneficia a nadie políticamente.
“Los cierres son una tontería”, aseveró Thune.
El elemento crucial para cualquier desenlace será una concurrencia de acuerdos que requieran aprobación no solo del Senado, sino también de la Cámara de Representantes y la Casa Blanca, algo incierto en Washington.
En primer lugar, senadores de ambas bancadas, notablemente los influyentes miembros del Comité de Asignaciones, están insistiendo en asegurar que el proceso habitual de financiación gubernamental en el Congreso vuelva a operar normalmente.
Entre sus metas está asegurar las próximas votaciones sobre un conjunto más reducido de leyes donde ya existe un amplio consenso bicameral para financiar diversas áreas del gobierno, como programas agrícolas y obras militares en bases.
“Indudablemente, creo que el paquete de tres proyectos está listo para hacer muchas cosas positivas por la ciudadanía”, manifestó la senadora republicana por Alabama, Katie Britt, quien también ha participado en las charlas.
Lo más espinoso es que un número significativo de senadores también exigen alguna resolución al impasse sobre la financiación de los subsidios del Affordable Care Act, que expiran a fin de año.
A medida que llegan los avisos de primas, millones de estadounidenses se encuentran con la desagradable sorpresa de ver cómo se disparan los costos. Se estima que la eliminación de los alivios federales mejorados, implementados durante la pandemia de COVID-19 y dados como créditos fiscales, dejará a muchos incapaces de costear su seguro médico.
Los republicanos se resisten a financiar el programa de salud, también conocido como Obamacare, sin modificaciones, pero se prevé que negociar un punto medio con los demócratas lleve tiempo, si es que se llega a un acuerdo.
Thune ha garantizado a los demócratas al menos una votación sobre su medida sanitaria prioritaria, en una fecha por definir, como parte de cualquier pacto para reabrir el gobierno. Pero esto no es suficiente para algunos legisladores, quienes ven el bloqueo sanitario como parte de sus preocupaciones mayores sobre la dirección que el presidente le imprime al país.
La Casa Blanca sostiene su postura: los demócratas deben votar primero para financiar el gobierno antes de que puedan empezar las tratativas sobre sanidad. Funcionarios de la Casa Blanca están en comunicación con senadores republicanos que han dialogado confidencialmente con importantes senadores demócratas, según reveló un alto cargo de la Casa Blanca bajo anonimato para poder discutir la estrategia gubernamental.
El mandatario ha estado presionando a los senadores para suprimir el *filibusterismo* —la regla del Senado que exige 60 votos para aprobar la mayoría de las leyes— como vía para reabrir la administración.
Los senadores republicanos han rehusado estas peticiones, en una inusual muestra de discordia pública con el ejecutivo. Thune y otros argumentan que la regla de la cámara alta, aunque a veces frustrante, asegura que la minoría pueda fiscalizar al gobierno, algo vital cuando hay traspasos de poder en Washington.
Pero en el Senado actual, con una estrecha mayoría republicana de 53-47, los demócratas han logrado bloquear el proyecto de ley aprobado por la Cámara de Representantes para financiar el gobierno, votando en contra más de una docena de veces.
Trump sugirió que eliminar el *filibusterismo* sería una forma de sortear a los demócratas y terminar el paro por su cuenta. Los senadores republicanos buscan evitar ese escenario.















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