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El inesperado cierre de la planta de ensamblaje de la tecnológica multinacional Intel en San Antonio de Belén, Costa Rica, es una llamada de atención. Hemos visto arder la barba del vecino, y debemos, con cautela, tomar precauciones.
Y con razón. Justo cuando esperábamos capitalizar la migración de inversiones de alto valor desde Asia hacia nuestra región, en el contexto de la relocalización de empresas, este cambio de rumbo se interpone a los esfuerzos que el país ha venido realizando para aprovechar esas oportunidades, nos obliga a redoblar esfuerzos y nadar contra corriente. Donde antes bastaba con dejarse llevar por la corriente favorable, ahora es crucial avanzar con firmeza y estrategia para seguir siendo un destino atractivo para esas inversiones.
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No debemos olvidar que, al decidir invertir en un país, una multinacional evalúa no solo sus condiciones internas, sino también el entorno regional. La decisión de Intel podría, por lo tanto, hacernos perder atractivo. Más aún si consideramos que Costa Rica nos aventaja en dos aspectos clave para atraer esa inversión: capital humano altamente calificado y un ecosistema de innovación más maduro.
Todo indica que estas fueron las razones que inclinaron la balanza a favor de Malasia y Vietnam como nuevos destinos para las operaciones de Intel. Así lo percibe Luis Adrián Salazar, exministro costarricense de Ciencia y Tecnología, quien destaca que la región asiática lleva más de cinco décadas fortaleciendo su industria de semiconductores a través de inversión e innovación constantes. Respecto a Vietnam, señala que ofrece mano de obra calificada a bajo costo, una fuerza laboral joven y una creciente capacitación en ingeniería y tecnología. “Existe un compromiso significativo del Gobierno vietnamita, especialmente en el desarrollo de la industria tecnológica, mediante incentivos fiscales, zonas económicas especiales y facilidades para la inversión”, puntualiza.
En el caso de Malasia, subraya que “tiene más de 50 años de experiencia en la industria de semiconductores, en áreas como pruebas, ensamblaje y empaquetado. Cuenta con una región destacada, conocida como el Silicon Valley de Asia: Penang”. Y añade: “Ha desarrollado un ecosistema maduro, en el que convergen profesores, universidades y centros de investigación. La articulación entre sector público, privado y académico ha sido esencial”.
Salazar es aún más contundente al advertir que Costa Rica, que, recordemos, nos aventaja en la formación de talentos y ecosistema de innovación, — debe actuar en tres frentes urgentes: “Uno, asegurar la permanencia de la inversión extranjera basada en el talento local. Dos, fomentar el emprendimiento que permita generar investigación y desarrollo de empresas originadas en Costa Rica. Y tres, fortalecer las empresas existentes para que transiten hacia un modelo tecnológico-digital más eficiente, o bien se tecnifiquen”. Desde cualquier perspectiva, la salida de Intel es un golpe de realidad que debe hacernos ver que, contrario a lo que algunos creen, no estamos cerca de la meta: apenas hemos comenzado a escalar la montaña.
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