CASTELLÓ. Pau (nombre ficticio porque desea permanecer en el anonimato), de 49 años, es adicto a la cocaína, al alcohol y a los medicamentos para el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) Hace poco más de un año acudió al principal centro de tratamiento de adicciones de la Comunidad Valenciana, el Patim (seis de sus siete centros están en Castelho), el principal centro de tratamiento de adicciones de la Comunidad Valenciana. Allí encontró la forma de dejar el consumo de drogas, en el que recayó durante la pandemia tras siete años de abstinencia.
Desde su juventud, había tenido una relación de idas y venidas con la cocaína y el alcohol, manteniéndose alejado de las drogas sin apoyo profesional y volviendo a ellas de forma intermitente; en 2020, el virus Covid comenzó a encarcelarle, sacudiendo su estado mental y provocando los primeros síntomas de una nueva recaída en las drogas. También volvió a recurrir al alcohol para “calmar” los ataques de pánico y la ansiedad que había experimentado durante su aislamiento.
Pow advirtió a su pareja de que sentía la necesidad de tomar esta medicación, pero admite que era demasiado tarde. ‘Pero admito que era demasiado tarde. Si eres adicto y llevas una vida completamente normal, nadie se da cuenta. He trabajado y he formado una familia. Un adicto no es como un borracho tirado en la calle. Al principio sienten vergüenza, no se dan cuenta y dicen: ‘No, yo no estoy a ese nivel’.
Como este castellonense, 463 usuarios fueron atendidos en centros Patim en 2022, el 57% de ellos mayores de 42 años. La cifra ha ido en aumento en los últimos tres años como consecuencia del envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida, que ha alargado la edad de consumo.
Los consumidores de Patim advierten de que el consumo de drogas se está “normalizando” en distintos ámbitos sociales. En cuanto al alcohol, admite que le cuesta aceptar que no puede tomar “ni una cerveza”, algo que se hace aún más difícil con la llegada del verano.
Dice que a lo largo de su vida ha experimentado el peso del estigma que persigue a las personas con adicciones, y que aún le persigue. En los centros de salud, incluso me miran mal los guardias de seguridad. Creo que todos, incluidos los poderes públicos, tenemos que dejar de señalar con el dedo y darnos cuenta de que la adicción es una enfermedad crónica”, afirma.
Francisco López, presidente de Patim, advierte de que uno de los mayores obstáculos para la asociación en los últimos años ha sido hacer frente al creciente número de adictos mayores debido a la falta de recursos. Nos enfrentamos a un número creciente de personas mayores que han terminado el tratamiento y no tienen adónde ir. Necesitamos centros especiales para personas mayores con problemas de adicción’, se queja.
En estos casos, explica, la soledad no deseada se suma al estigma social. ‘La soledad de los mayores es muy física; los hijos no quieren cuidar de sus padres. No tienen familiares. Las residencias de ancianos no admiten a personas mayores con problemas de consumo de sustancias. Cada vez hay más personas sin hogar”, explica Lopes.
El trabajo de la organización se centra en buscar fórmulas para que estas personas puedan “vivir con moderada dignidad” en pisos comunales con la ayuda de pensiones que a menudo son “insuficientes”. En este sentido, el dirigente de Patim insiste en que se tengan en cuenta otros modelos residenciales para personas mayores con problemas de dependencia, como los de Francia y Suecia.
No obstante, López afirma que esta propuesta tendrá que esperar a la toma de posesión del nuevo Gobierno valenciano. Además, reclama a la Dirección General Provincial una solución a otro problema acuciante: el retraso en el pago de 240.000 euros desde enero. La asociación recibe financiación privada de los pacientes, pero los ingresos de la administración local son esenciales para mantener al personal e invertir en recursos. Tanto es así que algunos empleados incluso “trabajan sin cobrar”, afirma el presidente de Patim.
También ha aumentado el número de mujeres que acuden a Patim en 2022, con una media de edad que supera los 40 años. Según la plataforma, el 30% de los participantes son mujeres, lo que supone un 12% más que el año anterior. ‘Esto no significa que haya más mujeres drogodependientes, sino que buscan más ayuda. Esto significa que estamos haciendo lo correcto a nivel social’, afirma Nerea Martínez, empleada de la asociación que organiza talleres de sensibilización contra la violencia de género.
Martínez subraya que cada caso es ‘diferente’, pero señala que las pautas de consumo más habituales entre las mujeres que acuden a Patim son la cocaína y el alcohol. Estas mujeres suelen ser solteras o divorciadas, y si tienen pareja, ésta suele ser también drogodependiente. Pueden recurrir al alcohol para escapar de los malos tratos. El alcohol es un anestésico emocional”, explica.
Las trabajadoras sociales subrayan que están doblemente estigmatizadas por ser mujeres. Cuando llegan al hospital, estas mujeres son más sospechosas socialmente y tienen muy baja autoestima. Muchas nunca han tenido un lugar seguro donde hablar sin sentirse castigadas y a menudo se las mantiene alejadas de sus familias”.
Hace tres años, Patim constató un aumento de la ideación suicida entre los adictos: los datos del informe de 2022 muestran que el 90% de los usuarios expresaron pensamientos suicidas el año pasado. ‘Esto no significa que intentaran suicidarse, sino que por primera vez tuvieron pensamientos de quitarse la vida’, dice el presidente de la plataforma. Este es el primer paso antes de planear y llevar a cabo el suicidio”.
Ante el aumento de estos casos, la organización ha puesto en marcha un protocolo que prioriza el tratamiento de los pacientes que han manifestado la intención de suicidarse. Lopes señala que la pandemia puede haber influido en este aumento, pero no lo considera un factor “decisivo”.
Martínez asegura que la ideación suicida está presente tanto en mujeres como en hombres drogodependientes. También alerta sobre un aumento de los casos de enfermedad mental dual, dado que un tercio de los usuarios en 2022 fueron diagnosticados con más de un trastorno mental. Es probable que otro tercio tenga doble enfermedad mental pero no esté diagnosticado”.