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La inteligencia artificial ya tiene la capacidad de detectar nuestras emociones, qué peligros supone esto

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Este proceso refleja el esfuerzo humano instintivo por relacionar y comprender tecnologías complejas a través de un marco de referencia conocido: las interacciones y el comportamiento humanos.

La capacidad de la inteligencia artificial para crear conversaciones con humanos es una especie de revolución de revelación, sin embargo, algunos buscaron ir más allá buscando desarrollar un modelo capaz de detectar el estado mental de una persona, como era el caso de Hume. Se trata de una IA conversacional que se especializa en comprender expresiones emocionales derivadas del uso y tono de las palabras, por lo que puede detectar en tiempo real si su interlocutor está triste, ansioso, emocionado o miserable. Un avance tecnológico significativo puede traer muchos beneficios, como una mejor interacción hombre-máquina o soporte personalizado, pero también conlleva riesgos potenciales que deben analizarse.

La capacidad de comprender, identificar y discutir emociones podría conducir a la antropomorfización de la IA, que implica asignar pensamientos y personalidades a una máquina que no posee estas características. Este fenómeno se manifiesta en la forma en que la gente habla de la IA, en sus expectativas sobre su comportamiento o en la forma en que diseñan y presentan estos sistemas, dándoles nombres, géneros o incluso creando representaciones visuales que los hacen parecer humanos. Este proceso refleja el esfuerzo humano instintivo por relacionar y comprender tecnologías complejas a través de un marco de referencia conocido: las interacciones y el comportamiento humanos.

(Información de imagen ilustrativa) De hecho, el impacto psicológico plantea un riesgo importante, ya que la interacción prolongada con una inteligencia artificial que conoce nuestras emociones podría afectar nuestra capacidad para interactuar y empatizar con los demás, debilitando así las conexiones personales y fomentando sentimientos de aislamiento. Finalmente, existe el riesgo de manipulación, porque con una comprensión profunda de nuestros estados de ánimo y preferencias, la IA puede usarse para influir en decisiones, desde compras hasta opiniones políticas, lo que plantea riesgos potenciales para la autonomía individual. El Efecto Eliza es un fenómeno específico relacionado con la antropomorfización de la IA.

Evolucionó a partir de ELIZA, uno de los primeros programas de chatbot desarrollado por Joseph Weizenbaum en la década de 1960, cuyo propósito era simular una conversación interpretando las entradas del usuario en forma de preguntas o comentarios, dando la impresión de que el sistema realmente comprende la conversación. El modelo utilizó un guión llamado DOCTOR que simulaba una sesión con un psicoanalista, principalmente reorganizando las declaraciones del usuario en preguntas y presentándolas al usuario. Este efecto se debe en gran medida a la tendencia de los humanos a antropomorfizar o atribuir características humanas a entidades no humanas.

(Información de imagen ilustrativa) A pesar de su sencillez, muchos usuarios comenzaron a atribuirle su capacidad comprensiva y emocional, creyendo que ELIZA podía comprender sus problemas y empatizar con ellos. Este fenómeno demuestra cómo las personas pueden atribuir cualidades humanas a la tecnología, incluso cuando saben que están interactuando con un programa de computadora. Uno de los principales peligros de la IA consciente de las emociones es la privacidad de los datos.

Esta tecnología debe procesar grandes cantidades de información personal para comprender y predecir nuestro estado de ánimo, lo que genera preocupaciones sobre cómo se recopilan, almacenan y utilizan estos datos. Además, el riesgo de que información confidencial caiga en manos equivocadas o se utilice de manera inapropiada es real. En el caso de utilizar IA para interpretar emociones, esto puede dar lugar a errores o malentendidos.

La comprensión de las emociones humanas es compleja y matizada. Si bien la IA puede identificar patrones generales, es posible que no capture completamente las sutilezas de las interacciones humanas, lo que lleva a respuestas inapropiadas o malas decisiones. En resumen, si bien las capacidades emocionales de la IA ofrecen posibilidades interesantes, es importante abordar proactivamente estos riesgos para garantizar que su desarrollo y uso se realice de manera inteligente, ética y segura, colocando la protección y el bienestar de los usuarios en el centro de la preocupación.

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