Por: Valentín Medrano Peña.
Un palé es la selección de dos números que de combinarse en un sorteo de lotería producirían ganancias multiplicadas en relación al juego de un solo número. Sin duda alguna que acertar a un número de entre cien es difícil, dificultad que se multiplica por igual si no solo hay que atinar a uno sino a dos números de entre cien en un mismo sorteo.
Los policías que cumplen la ardua tarea de vigilar las calles, imponer el orden, preservar la vida y la paz ciudadana, perseguir a los infractores a la ley y salvaguardar la vida en civilidad, labor que en su inmensa mayoría hacen apegados a la ley y la ética, se juegan a diario la vida, y a la vez un gran palé que atenta contra el resultado final de su oficio y deber, con su labor ordenada por la Constitución y las leyes, y reclamada y necesitada por la población a la que están llamados a proteger.
En días pasados un video surcó las redes sociales, se impuso por su carga de tensión, llamando la atención a del trasfondo de una situación dramáticamente peligrosa en la que se vieron envueltos unos agentes policiales que procuraban la instauración de la ley y el orden.
Ante un llamado ciudadano, los agentes de la uniformada acudieron a intentar sofocar un ruido molestoso, contaminación sónica, que trastornaba la salud de los moradores denunciantes de un populoso sector citadino, y luego de una discusión muy acalorada iniciada por los transgresores e incitada por otros contertulios, los violadores a la ley, se resistieron y negaron al arresto. Y ante las vistas multiplicadas por el video en las redes, sacaron armas de fuego que apuntaron a los agentes.
El irrespeto ciudadano era alentado por testigos en el lugar. Todo parecía apuntar a una desgracia. Los agentes policiales desde diferentes ángulos tenían un disparo claro y la posibilidad de dar término rápido a aquella extravagancia e irrespeto a la autoridad. Todo el que vio el video esperaba un desenlace diferente.
Luego de tensos momentos, pudimos ver como los agentes permitieron que los facinerosos huyeran. No dispararon estando autorizados por ley a hacerlo y se configuró un irrespeto más a la autoridad policial diezmada moralmente.
Sus vidas corrieron peligro, uno inminente y latente, si se producía un disparo sería legítima defensa para los policías en caso de hacer diana. Si por el contrario los sublevados lograban matar a un agente sería homicidio voluntario, y aún así, con esas preseas a su favor, los agentes prefirieron aplacar su ánimo, sosegarse en medio de la tormenta, y permitir que estos se ausentaran ilesos.
¿Qué pasó por las mentes de los policías?, ¿Qué impidió que hicieran un raudo arresto que impidiera las escenas posteriores armas en manos?
Fácil, está más que claro que la sociedad ha desautorizado a las autoridades policiales, y la clase política, los medios y las redes se han confabulado para amainar su autoridad y cuestionar su accionar. Llegará el momento de que los agentes se quitaran del medio para que los cacos y violadores de la ley huyan ilesos luego de cometer sus fechorías.
Y es que los policías expuestos al narrado dilema jugaban un palé, si mataban o herían a los transgresores irían presos, repudiados por una sociedad manipulada a odiarles e irrespetarles, y serían drásticamente condenados, y si en el otro número son muertos, van al cementerio dejando a sus familiares lánguidos, desamparados y en infortunios, pasando trabajos para conseguir años después el pago de una pensión miserable, casi simbólica, pensión de hambre.
Dios metió su mano y afortunadamente resultó que los violadores a las normas, armas en manos, cargadas, sobadas y apuntando a cabezas de policías, no eran los típicos delincuentes, pues de lo contrario no se sabe lo que pudo haber seguido a aquel acto de irrespeto, transgresiones y soberbia.
En lo que se reforma a la policía, aún necesitamos de la policía, y por el bien de la sociedad misma, es menester reforzar emocionalmente a esos agentes amedrentados por esa misma sociedad que los tilda y estigmatiza injusta e irracionalmente. O si no, más luego no nos quejemos.